domingo, 16 de diciembre de 2007

Laicismo y liberalismo

Autor: Ignacio Vitale

Laicismo y liberalismo son dos términos mancomunados que hacen a la sociología, a la filosofía y a la política. En esta época se confunden las ideas y el liberalismo político es menospreciado, confundido con premisas económicas que hacen al sojuzgamiento de los pueblos llamados subdesarrollados, en beneficio de los ricos.

Este simple trabajo intenta clarificar algunos conceptos y vivificar su verdadero sentido para despertar en las generaciones jóvenes el sentimiento que la nación necesita en favor de los auténticos valores de la república. En l789, la Revolución Francesa proclamaba en los Derechos del Hombre:

1) Nadie puede ser molestado por sus ideas políticas o religiosas, en tanto que su manifestación no turbe el orden público.

2) La libre emisión del pensamiento y de las opiniones es uno de los derechos preciosos del hombre. Todo ciudadano puede hablar, escribir e imprimir libremente sus ideas, sin perjuicio de ser responsable del abuso que hiciere de estas libertades en los casos marcados por la ley...

Estos dos derechos son la resultante del ejercicio de la libertad de conciencia. En l8l4, en sus “Memorias”, decía Manuel Belgrano: ”Como en la época de l789 me hallaba en España y la Revolución de la Francia hiciese también la variación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la Naturaleza le habían concedido, y aún las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento”.

No obstante - Belgrano, fisiócrata, enemigo del monetarismo- aclara “de mi relación inferirá el lector la proposición tantas veces asentada, de que el comerciante no conoce más patria ni más rey, ni más religión que su interés propio; cuando trabaja, sea bajo el aspecto que lo presente, no tiene otro objeto, ni otra mira que aquél: su actual oposición al sistema de libertad e independencia de América, no ha tenido otro origen”.

Esta observación de Belgrano, referida a los mezquinos intereses de la economía, se actualiza en el Siglo XXI, porque el liberalismo político que se basa en el respeto a los derechos humanos, que representa la emancipación del hombre y se identifica con el individualismo, la seguridad y la propiedad, características amparadas bajo el signo de la libertad, la igualdad y la fraternidad, se confunde hoy con un mal entendido “neoliberalismo”, sinónimo de dominación económica y penetración cultural. Una denominada “globalización” usurpa el nombre, los principios y la ética del liberalismo.

Esta diferenciación entre el liberalismo político y el económico la establece claramente en l928, Benedetto Croce al diferenciar liberalismo de liberismo, entendiendo como tal al liberalismo económico, diferenciándolo del político, “ La libertad, de la cual el liberalismo entiende hablar, está enderezada a promover la vida espiritual en su integridad, y por tanto en cuanto vida moral”.
Esta libertad que no sólo preconiza Belgrano, sino toda la Generación de Mayo, sólo es posible si tomamos conciencia de su valor espiritual. Es un sentimiento que estamos obligados a fortalecer y a propagar como la siembra de un bien entendido como el más preciado. El concepto es claro, pero la libertad se afirma en el laicismo. Andrés Bayet dice: “El laicismo es la idea de que todos los seres humanos -cualesquiera sean sus opiniones filosóficas o creencias- pueden y deben vivir en común dentro del respeto por la verdad demostrada y en la práctica de la fraternidad.”
Laicismo es -por lo tanto- libertad, dejar a cada ser humano el derecho a pensar según mejor le convenga; a respetar la opinión ajena -actitud que debe ser recíproca- y practicar la fraternidad sin pretender que los demás abjuren de sus creencias o de la falta de ellas.

El hombre vive con miedo y esperanzas y es libre para dar a esos sentimientos las explicaciones que mejor lo satisfagan. Esa libertad está dada por el laicismo definido como el respeto a todas las ideas y para ello se impone en las democracias el liberalismo político y ético, cuya resultante es la secularización del poder político. Las ideas religiosas y las filosóficas son el sostén de la conciencia individual. El culto -que es una de sus manifestaciones- no puede ser observado, así como el poder político gira en otra esfera. El Estado no tiene religión ni impone culto alguno.

En l837, decía Esteban Echeverría: “ Si la libertad de conciencia es un derecho del individuo, la libertad de cultos es un derecho de las comunidades religiosas. Reconocida la libertad de conciencia, sería contradictorio no reconocer también la libertad de cultos, la cual no es otra cosa que la aplicación inmediata de aquélla”.

La Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica fue sancionada el l7 de septiembre de l787; diez enmiendas, sancionadas el 25 de septiembre de l789 y ratificadas el l5 de diciembre de l79l. La primera instituye el laicismo en estos términos: “El Congreso no podrá aprobar ninguna ley conducente al establecimiento de religión alguna, ni a prohibir el libre ejercicio de ninguna de ellas. Tampoco aprobará ley alguna que coarte la libertad de palabra y de prensa o el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y a solicitar reparación de cualquier agravio”.

Sin embargo, siempre el fantasma del dogmatismo ensombreció la claridad del significado de esa enmienda, tanto que, en l960 -en tiempos de la campaña política presidencial de John F.Kennedy- se publicó una declaración firmada por un numeroso número de católicos para disipar las dudas existentes, ante el temor de que muchos norteamericanos de ese culto no proclamaban su lealtad a la libertad religiosa. Ese manifiesto ratificaba la libertad de creencias como un derecho civil y la separación de la Iglesia y el Estado como la mejor garantía de paz.

Estos acontecimientos nos vuelven a Echeverría que -en l837- decía: “El principio de la libertad de conciencia jamás podrá conciliarse con el dogma de la religión de estado”.

El concepto de este simposio denominado “El laicismo, basamento de la libertad” lo podemos sintetizar en lo dicho por Guido de Ruggiero en l925: “Es preciso reflexionar que la libertad de pensamiento, como en general todas las libertades modernas tiene un carácter y un significado polémico, esto es, más que expresar una categoría mental, es una declaración de hostilidad contra la tiranía, que la escuela, que la iglesia, el Estado, la costumbre, ejercen sobre las conciencias y bajo este aspecto, pese a sus degeneraciones retóricas que consagran a menudo la libertad de no pensar, ella tiene una importancia histórica, no diversa de aquélla de la libertad religiosa. Una y otra sirven para crear aquel asilo inviolable de la conciencia, dentro de la que nacen y desarrollan todas las libertades humanas”.

Laicismo es libertad, la libertad es un derecho y el derecho a la libertad de conciencia es la base de todos los derechos, considerando a esta aseveración una premisa, su consecuencia será la educación. Generalmente, se considera que la libertad de conciencia está referida exclusivamente a la libertad religiosa. No es así, el derecho de peticionar a las autoridades se ejerce y fundamenta en el libre examen de cómo cumplen éstas la Constitución y las leyes, se analiza el proceder de quienes actúan en carácter de representantes del pueblo; el derecho de publicar las ideas sin censura previa, que obliga a estudiar e interpretar la realidad, de tener ideas acerca de ella, de analizar las soluciones; el derecho de enseñar y aprender hacen al ejercicio pleno del derecho a la libertad de conciencia.

Este breve trabajo sólo intenta que reflexionemos acerca del valor que tiene el laicismo en la vida de los hombres libres, porque la libertad se fundamenta en el respeto mutuo. El progreso histórico nos impone la preocupación por lo social, la libertad y la individualidad deben ser aseguradas por la sociedad cuya manifestación orgánica sólo podrá materializarse por la educación popular.

Las filosofías del liberalismo político y del laicismo son sendas comunes que hacen a la vida democrática de los pueblos organizados, tanto en las repúblicas como en las monarquías constitucionales. Implica, la separación del poder civil y del poder religioso, así como la secularización del poder político.

La democracia se fundamenta en el derecho inalienable e imprescriptible del hombre a ser libre en la comunidad en que se desarrolla y una democracia efectiva sólo es válida cuando no existen diferencias de ideologías, de raza y de creencias. Aquí está presente el laicismo. Si a esta democracia se le agregan condiciones económicas y sociales fundamentadas en una equitativa distribución de la riqueza, los logros se alcanzarán en plenitud y las tres banderas de libertad, igualdad y fraternidad dejarán de ser un símbolo, una declaración de principios porque la justicia y la equidad las hizo realidad.